El mar Cantábrico y los Pirineos hacen de telón de fondo en un paisaje con todas las tonalidades del verde, escarpadas costas de rías cortas y sierras de hayedos y robles.
Sus habitantes han sido durante siglos marinos, labradores y pastores que hablaban una lengua sin parentesco con las conocidas y cuyo origen hay que buscarlo en la leyenda más que en la historia. Dicen que todo comenzó con «Sugaar», uno de los personajes mitológicos vascos, quién tuvo amores con una bella princesa que vivía en Mundaka.
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